Un caluroso domingo de verano, la culebra de collar (Natrix natrix) deambula, como cualquier otro día, por su territorio en la Garganta de los Infiernos. El curso de agua, que fluye sin descanso hacia el famoso Valle del Jerte, constituye el hábitat ideal para ella, pues en sus proximidades encuentra alimento e infinidad de formaciones rocosas que le proporcionan refugio y calor. En la zona habrá pasado toda su vida, hasta alcanzar un tamaño respetable, sobrepasando el metro de longitud.
Pero hoy no es la única que pretende tomar el sol sobre estas piedras y, de pronto y sin pretenderlo, se ve rodeada por un buen número de humanos. Menos mal que no todos piensan que es un animal venenoso y agresivo.
Rápidamente se da cuenta de que no es el momento ni el lugar para tomar el sol, y se apresura a esconderse entre las piedras. Por suerte, lo hace un momento antes de que un individuo llegue con un palo, dispuesto a poner en práctica los conocimientos adquiridos viendo Frank de la Jungla.
Afortunadamente, los humanos tienden a concentrarse todos en los mismos lugares, y el río aún tiene varios kilómetros en los que hacer vida sin sobresaltos.
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