El concejo de Somiedo atesora un importante patrimonio etnográfico y natural, que fue reconocido con la declaración en 1988 como Parque Natural. En los increíbles paisajes del territorio somedano encuentran cobijo un gran número de especies faunísticas, entre ellas el insigne oso pardo cantábrico (Ursus arctos cantabricus). Un fin de semana en este lugar da mucho de sí para los amantes de la naturaleza, tanto que uno se va con la idea de planificar la siguiente visita.
Desde el primer momento tuve la ocasión de observar bastantes ejemplares de buitre leonado (Gyps fulvus).
Subiendo hacia la braña de Mumián, este zorro (Vulpes vulpes) fue una grata sorpresa por lo cerca que estaba y lo activo que se mostraba a primera hora de la tarde, con 30 grados de temperatura.
De nuevo, algunos buitres fueron de los primeros en dejarse ver.
Y más que dejarse observar, los miembros de esta familia de rebecos cantábricos (Rupicapra pyrenaica parva) eran los que ejercían de observadores. Con el calor estival suben a cotas más altas y pasan gran parte del día descansando a la sombra, por lo que no se veían grupos tan numerosos como en otras épocas del año.
Imagen muy lejana de un bisbita arbóreo (Anthus trivialis) que alegraba el paseo con su animado canto. La especie es bastante abundante en Somiedo.
Algo más cerca se posó este ejemplar de escribano montesino (Emberiza cia).
Da igual hacia donde se dirija la mirada. La vista hacia cualquier punto cardinal siempre es espectacular.
Los gamones Asphodelus ramosus florecían a lo largo y ancho de toda la ladera. Esta planta da nombre a multitud de lugares en Asturias: "Gamonal", "Gamoniteiru"... y al Queso Gamonedo.
El inigualable paisaje natural también se ve decorado con los pintorescos teitos, como los que conforman la braña de Mumián. La creación del Parque Natural de Somiedo ha contribuido a que se reconozca la valoración de estas ancestrales cabañas ayudando a su conservación.
En una visita anterior, en este lugar vi por primera vez una huella de oso muy reciente.
Por supuesto, en estos parajes también hay lugar para otras aves que acostumbramos a ver en lugares más poblados, como la tarabilla común (Saxicola torquatus) o el chochín (Troglodytes troglodytes).
Bajando de vuelta hacia Llamardal, se cumple la mejor de las previsiones y salta la noticia: en la ladera opuesta se puede ver un macho de oso pardo. El sol ya se ha ocultado tras las montañas y la distancia es considerable, lo que sólo permite alguna foto testimonial.
Si este grandullón supiera la expectación que levantaba al otro lado del valle...
Gente venida de todas partes de España e incluso del extranjero, los que allí estábamos pudimos gozar durante un buen rato del privilegio de observar a un animal salvaje tan emblemático y cuya especie hemos estado a punto de extinguir a base de escopetazos, lazos, venenos y demás agresiones. Afortudamente, la mentalidad parece estar cambiando y la población de osos se recupera lentamente. Ellos parecen notarlo y se dejan ver cerca de lugares bastante transitados. El imponente macho prosigue con su parsimoniosa rutina diaria, y poco a poco lo perdemos de vista a medida que cae la noche.
Nosotros nos vamos a dormir, mientras ellos no han hecho más que empezar su jornada.
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