De hábitos nocturnos, posee un sentido de la vista que poco tiene que envidiar al de las aves rapaces, así como un olfato y oído dignos del mejor de los depredadores. Eso dice la literatura. Pero en la práctica siempre hay excepciones a las reglas, y esta Marta (Martes martes) que caminaba directamente hacia nosotros a las 4 de la tarde, y sin que nos hubiésemos esmerado en absoluto en ir en silencio, las cumplía todas.
Tan despistada iba, que me dio tiempo a sacar la cámara y tirarle algunas apresuradas fotos. Oscuras y desenfocadas, pero siendo buen testimonio de la primera vez que me encontraba con una marta vivita y coleando, pues por desgracia lo más típico es verlas en las carreteras.
No daba crédito a medida que iba acercándose más y más.
Hasta que al fin se dio cuenta y dio media vuelta con un buen susto. Sólo entonces demostró la agilidad que le permite dar caza a presas como la ardilla que habíamos visto unos metros antes.
Sucedió en Villaviciosa junto al río Profundu, a lo largo del cual transcurre una ruta sobradamente documentada, sencilla y muy apropiada para dar un tranquilo paseo que no requiere grandes esfuerzos. El bonito paisaje típico de bosque de ribera se complementa con la existencia de una buena cantidad de antiguos molinos. Aunque la mayoría de éstos, todo hay que decirlo, se encuentran ya muy deteriorados.
El río también daría mucho juego para los conocedores de los anfibios. Había cientos de renacuajos. Identificar su especie es una asignatura que aún tengo que cursar (aunque, por lo que me indican, se trata de rana común, Pelophylax perezi).
Tras terminar la ruta, decidimos completar el viaje con una visita a La Villa y su ría. Contaba con observar a las cada vez más numerosas familias de cigüeñuelas comunes (Himantopus himantopus) que se han establecido allí.
Los pollos estaban bastante crecidos e incluso algunos ya volaban.
Aunque la sorpresa fue este andarríos bastardo (Tringa glareola) que, con el sol en contra y ya a baja altura, me costó identificar, sobre todo para diferenciarlo del andarríos grande, al que veo con más frecuencia. Con la desconexión vacacional de los días anteriores no tenía noticias de la presencia de este ejemplar allí, lo cual hizo mucho más interesante su avistamiento e identificación.
Y en este enclave natural, que aún conserva su encanto a pesar de las edificaciones de todo tipo que le han ido ganando terreno, dimos por concluída una jornada de campo que se presentaba sin muchas expectativas y terminó por dar sorpresas de las buenas.
Hola Juanda.
ResponderEliminarSí señor, buenos avistamientos en un entorno muy bonito.
Un saludo.
Gracias, Rafa! Si un día te animas a visitar Asturias, pasa por allí, que algo seguro que cae. Saludos!
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