jueves, 11 de octubre de 2012

Día mundial de las aves en el Jardín Botánico Atlántico

El pasado día 7, con motivo de la celebración del día mundial de las aves, el Jardín Botánico Atlántico de Gijón organizó una exhibición de aves rapaces en colaboración con Grupo Aviar. No son muchas las veces que se puede disfrutar de estas impresionantes aves desde tan cerca, así que hasta allí me acerqué y la visita mereció mucho la pena. Ocho aves formaban parte de la exhibición, que se complementaba con una exposición de huevos y egagrópilas, y diversas actividades para niños.

El adorable autillo africano (Otus senegalensis), de sólo 300 gramos de peso.


La lechuza común (Tyto alba), blanca como la nieve, descansaba antes del espectáculo.


Al cárabo común (Strix aluco) nunca lo he podido ver en libertad, pero, ¡cuántas veces habremos oído su inquietante canto en mitad de la noche!


El halcón sacre (Falco cherrug) parecía muy tranquilo aquí, quién diría la velocidad que es capaz de alcanzar cuando sale de caza! Mi cámara de fotos de aficionado sólo era capaz de captar una mancha que se dirigía con toda velocidad hacia la presa.


El águila o ratonero de cola roja (Buteo jamaicensis), pariente del ratonero común que tantas veces vemos por nuestra tierra.


Probablemente, el que más llamaba la atención era el buho nival (Bubo scandiacus). De gran tamaño, su impresionante plumaje le proporciona buen abrigo en la tundra, donde se alimenta casi exclusivamente de lemmings.



El buho real (Bubo bubo) es la gran rapaz nocturna que habita en la Península Ibérica. Largas "orejas", grandes ojos anaranjados y poderosísimas garras.



Por último, una pareja de águilas de harris (Parabuteo unicinctus), especie que ha venido desde el otro lado del Atlántico para convertirse en una de las rapaces más comunes en el arte de la cetrería.



Si ya es bonito contemplarlas "en frío", ver a estas aves en acción puede emocionar al más insensible. La elegancia de su vuelo y su habilidad en la caza, disciplina especialmente vistosa en el caso del halcón, despertaron la admiración del numeroso público.





Creo que fue una iniciativa muy acertada por parte del Jardín Botánico, que permitió a todo el público conocer de cerca a estas aves, pudiendo además divulgar la importancia de su conservación. Por ejemplo, se explicaba que la simple desaparición de una sola lechuza puede traducirse en una plaga de cientos o incluso miles de micromamíferos durante un año.

Y el escenario, fantástico. Personalmente, aún tengo pendiente realizar una visita al Botánico Atlántico con toda la calma del mundo. El lugar lo merece y da mucho de sí para los amantes de la naturaleza.





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