Una nueva jornada de campo en Cecebre, con buena compañía y tiempo primaveral (al fín!). ¿Qué más se puede pedir? Pues poco más, porque nada más llegar, una nutria (Lutra lutra) se dejaba ver relativamente cerca de donde estábamos.
Se dio un buen festín de cangrejos y peces, con los que parecía jugar antes de engullirlos.
Por unos instantes, se acercó a la orilla y la pudimos ver prácticamente de cuerpo completo, momento que aproveché para grabarle un video.
Luego volvió al agua y se fue alejando poco a poco, al mismo tiempo que detectábamos otro ejemplar mucho más lejos, casi en la orilla opuesta. Está claro que en Cecebre la población de nutrias goza de buena salud, pues allí encuentran comida abundante y fácil de obtener. Si no tenemos la suerte de disfrutar de una observación directa, no es difícil dar con el rastro de alguno de los ejemplares que viven allí.
En el apartado ornitológico, la mayor novedad la constituyeron las llegadas de los primeros milanos negros (Milvus migrans) y, en mucho mayor número, de golondrinas comunes (Hirundo rustica).
Cada vez es más habitual la presencia de garcetas grandes (Ardea alba). El pasado fin de semana había 6 ejemplares de esta especie tan elegante y tan tímida.
Entre los porrones moñudos (Aythya fuligula) seguía el solitario macho de porrón acollarado (Aythya collaris). La cercanía permitía apreciar con detalle sus rasgos distintivos: la forma de la cabeza, el color del pico y los flancos, o la cola puntiaguda que sobresale del agua.
No tardarán mucho en abandonarnos, pues tienen un largo viaje de retorno a sus territorios de cría. Me pregunto si el porrón de collar volverá a su América de origen o seguirá el mismo camino que sus parientes europeos.
Entre la vegetación, multitud de pequeños paseriformes alegraban la mañana con su colorido y sus cantos. En medio del laberinto de ramas, sólo el camachuelo común (Pyrrhula pyrrhula), gracias a que no es tan "culo inquieto" como los demás, acabó en mi tarjeta de memoria.
No hay comentarios:
Publicar un comentario