martes, 16 de julio de 2013

Calma veraniega en Cecebre

El calor estival, especialmente con las temperaturas de los últimos días, está dejando al embalse de Cecebre y sus alrededores envueltos en una gran tranquilidad.

En las zonas arboladas, la frondosidad de los matorrales y las copas de los árboles esconde gran parte de la actividad de las aves. Por suerte, algunas especies suelen ser algo menos desconfiadas, como los petirrojos (Erithacus rubecula). El de la foto me llamó la atención por lo desgastado de su plumaje.
 

Con mucho más descaro a lo que es habituál se me presentó este macho de pinzón vulgar (Fringilla coelebs) ante la cámara. Fue la excepción a la regla en unos días en los que parece que casi todos los habitantes de Cecebre se muestran más esquivos de lo normal.
 


Una mirada al cielo revela la presencia de un personaje nada familiar para mí. Sé que no es un ratonero o un milano negro, las rapaces más comunes en la zona. Un par de fotografías antes de que se pierda de vista tras la vegetación que me rodea y una posterior consulta a Xabi Varela, siempre dispuesto a ayudar, me confirman que se trata de una aguililla calzada (Hieraaetus pennatus). Una especie no demasiado habitual en la zona, y menos aún cuando se trata de un individuo de morfo oscuro como este.
 


En el agua hay menos movimiento si cabe. Algunos cormoranes se hacen notar volando a ras de la superficie, pero la mayoría permanecen inactivos en sus posaderos. El martín pescador pasa un par de veces como una bala. Y un par de somormujos lavancos (Podiceps cristatus) se limitan a flotar en el agua. Parece que no tienen ganas ni de zambullirse.



Un grupo de 8 recién nacidos de ánade azulón (Anas platyrhynchos) pasa por delante del observatorio. Me sorprende que, durante todo el tiempo en que cruzan de un extremo a otro la zona del embalse que puedo ver, su madre no hace acto de presencia. Es la primera vez que presencio una situación así.
 



Ya a última hora, decido probar suerte desde el extremo opuesto del pantano. Allá me recibe un milano negro (Milvus migrans) que descansa posado en un árbol seco. Trato de ser sigiloso para no molestarlo y lo consigo, pues el tío parece no inmutarse con mi presencia.
 

El sol ya se va poniendo y sólo queda despedir un nuevo día escuchando los sonidos de la naturaleza.
 

Y ya sin apenas luz, tras unos árboles resuena un profundo graznido y entra en escena una garza real (Ardea cinerea). Un bonito cierre de jornada.


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