martes, 5 de marzo de 2013

Mundo de contrastes y similitudes

El embalse de Rosadoiro o de Sabón es escenario de situaciones de lo más variopintas. Construido en 1970 con el fin de abastecer de agua a la zona industrial circundante, se encuentra inevitablemente rodeado de carreteras y naves industriales. El ir y venir de ruidosos camiones es constante, y poco agradable para quien intenta pasear por la zona. Sin embargo, dentro del humedal la vida transcurre de una forma bien diferente y, a su vez, cada ser de los que aquí viven presenta aspectos y comportamientos muy dispares.

La primera historia es la de la agachadiza común (Gallinago gallinago), que descansa bajo el sol del invierno entre la vegetación que delimita el canal de entrada del río Seixedo al embalse.

Perfectamente mimetizada con el entorno, pasa largos minutos sin apenas moverse unos centímetros. Su sigilo y los tonos de su plumaje la ayudan a pasar desapercibida. Aunque, una vez vista, la que no pasa desapercibida es su belleza. Ni una pluma fuera de su sitio, y todas en conjunto formando un elegante traje. Y su interminable pico, que hunde repetidamente en el barro como si de una máquina de coser se tratase.

Por encima de ella pasa un proyectil de intensos colores: es el martín pescador (Alcedo atthis).

Sobrevuela el agua a velocidad de vértigo, parándose durante solo unos segundos antes de emprender el vuelo de nuevo. Su vivo plumaje luce aún más en días soleados. Como la agachadiza, posee un pico de tamaño proporcionalmente muy grande, que en este caso es utilizado para apresar a sus víctimas tras lanzarse en picado sobre el agua.

La agachadiza y el martín pescador conviven en el mismo hábitat, cada uno a su manera. Tan distintos y tan parecidos.

Mientras tanto, los camiones entran y salen del polígono sin descanso. Algunos transportan los alimentos que llenan nuestras neveras, como los invertebrados y peces que calman el hambre de la agachadiza y el martín pescador. Otros llevan materiales de construcción para nuestras edificaciones, igual que la agachadiza construye su nido entre la vegetación o el martín pescador en las paredes arcillosas. Y muchos otros trasladan ropa de las empresas textiles punteras que se asientan aquí, para que podamos abrigarnos y ponernos guapos, lo mismo que las aves con sus plumajes. En el fondo, resulta que nosotros tampoco somos tan diferentes. A nuestra manera.

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