En realidad, sólo pude retratar a este macho que se alimentaba en los prados de la Escuela de Caminos, uno de sus lugares favoritos.
Hay más ejemplares, pero son extremadamente tímidos y pasan desapercibidos casi todo el tiempo. Afortunadamente, su bullicioso reclamo a menudo delata su presencia, y me da la sensación de que en esta época son más ruidosos que nunca.
A pesar de que lo localizamos desde el coche y no salimos en ningún momento, éste nos miraba con recelo. Y en el momento en que detectó la primera silueta humana de un paseante, se apresuró a poner tierra de por medio.
Tenemos la suerte de que aún se puedan observar joyas como estos pitos reales sin necesidad de salir de la ciudad. Esperemos que en pocos meses, nuevas generaciones de ellos se dispersen por los prados y árboles de Elviña.